Symphony of desire: capitulo tres

martes, 21 de febrero de 2012


3
Día de campo

Edward saboreó la sensación de tener a Isabella en su poder, el placer que le producía la simple idea superaba con creces el que experimentaba al beber aquel brandy añejado durante décadas.

Apoyo la copa en la mesa junto al sillón y se recostó contra el respaldo. Una sonrisa surco sus labios. Isabella pensaba que él era un detestable bribón que lo único que deseaba era mancillar su honor, aquello era casi caricaturesco.

Ella estaba muy equivocada, sumamente equivocada. Él no buscaba eso, para nada, él la quería, si, la quería, pero no para satisfacer sus más bajos instintos.

Él la quería para algo más, quería que fuera su esposa.

La vizcondesa de Masen. Quería llenarla de joyas y atenciones, y darle el lujo de mandar todas y cada una de sus propiedades. Quería darle todo.

Podría haber ido simplemente directamente a hablar con Charles Swan y decirle que quería la mano de su hija en matrimonio, los siete años de diferencia entre él y la muchacha en cuestión no sería inconveniente alguno para la familia sabiendo de antemano la fastuosa renta que él poseía. Incluso, si se miraba de manera objetiva el enlace no era nada beneficioso para alguien de su altura. Pero aquello no tenía la más mínima importancia.

Él la quería a ella.

Desde que había llegado a Hampshire meses atrás se había sentido atraído por aquella inquieta jovencita de cabello castaños y escrutadores ojos chocolate. Más no fue hasta aquella noche en que la vio entrar clandestinamente a su propiedad, decidida a hacerse con lo que por derecho consideraba suyo, que se dio cuenta de la magnitud de sus sentimientos por aquella salvaje flor inglesa.

La amaba, profunda y apasionadamente. Nunca antes había conocido a una mujer como ella, capaz de desafiar con tan ímpetu la autoridad, solo por hacer justicia.

Sin duda Isabella era toda una joya. Una joya que él quería tener en su haber cuanto antes.
Edward se levanto de su asiento y salió de su estudio rumbo a la biblioteca, lugar donde su amigo Emmett le había dicho que pasaría la mañana, acaba de surgir un plan en su mente y lo mejor sería que lo llevara a cabo cuanto antes.

Una hora después, lord Masen y el señor McCarthy se dirigían en la calesa del primero rumbo a la residencia de los Hale, Edward había convenido a su amigo de la conveniencia de que invitara a su prometida ―y por supuesto a la amiga de esta, para que oficiara de carabina― a un día de campo en los terrenos aledaños a su mansión. Los resquicios del invierno aun se dejaban sentir como una suave brisa, pero aquello no sería un inconveniente para que las jovencitas disfrutaran de la fauna local que comenzaba ya a despertar de su sueño invernal.

Y mucho menos seria un inconveniente para los planes de Edward. No es que fuera un desalmado o algo por el estilo, jugando así con los nervios de la señorita Swan. Él sabía que no le era indiferente ―lo había comprobado con el beso que habían compartido la noche anterior―, pero deseaba averiguar cuáles eran los sentimientos que la joven guardaba hacia él. Podría ser poderoso, tener todo al alcance de su mano… pero no quería tenerla solo por capricho. Quería tenerla solo si ella lo quería así.

Para conveniencia de los planes del vizconde, quien fue incapaz de contener su gozo, Isabella se encontraba ya en casa de los Hale haciendo una visita a Rosalie. Esta de más decir que la rubia sucumbió de inmediato a la deliciosa idea de tomar una merienda campestre en los terrenos de Masen, motivo por lo cual, tan solo veinte minutos después de su arribo a la residencia, salían en la calesa Emmett y su prometida y Edward y una visiblemente incomoda Isabella.

No podía creer que tuviera tanta mala suerte como para encontrarse nuevamente con el vizconde Masen en tan corto periodo de tiempo, sabía que Hampshire era una localidad relativamente pequeña, pero habían más vecinos en los alrededores con los que él podría frecuentar ¿Por qué precisamente debía ir a la residencia Hale? Tal vez porque su amigo e invitado es el prometido de Rosalie, le respondió su mente y ella bufó ganándose una mirada de extrañeza del noble en cuestión.

Él la ponía nerviosa y al parecer disfrutaba de aquello. Pues había decidido ceder amablemente las riendas de la calesa en deferencia a Emmett, quien iba sentado junto a Rosalie, quien era toda dicha entre risas jubilosas, en el asiento delantero y había tomado asiento junto a ella en la parte de atrás. Intimidándola con su sola presencia.
No podía evitarlo, era una fuerza más poderosa que ella. Cada vez que, debido a los inconvenientes del camino, alguna zona de su cuerpo hacia interacción con el costado de Edward sentía como una descarga de estática se apoderara de su cuerpo, estremeciéndola por completo.

Aun podía paladear el sabor de los labios de ese hombre en su boca. Y debía admitir, muy a su pesar, que estaba deseosa de comprobar si estos eran tan dulces como los recordaba.
Dirigió la mirada hacia un costado del camino, donde la arboleda se comenzaba a hacer más verde y profusa. Verde como sus ojos. La castaña sacudió la cabeza intentando alejar de ella cualquier pensamiento referente al hombre que iba a su lado.

Emmett detuvo la calesa a indicación de Edward en un claro particularmente lozano, los abetos que lo rodeaban permitían capear la brisa que había comenzado a levantarse pero aun así, permitían que la escasa calidez solar les llegara con comodidad.

El señor McCarthy ayudo a descender a su prometida que de inmediato avanzo hasta el centro del lugar. El vizconde extendió su mano para ayudar a Isabella a bajar de la calesa, ella la tomo no sin cierta reticencia. ¡Como lamento en aquellos momentos no haber pedido a Rosalie un par de guantes prestados! El contacto de su piel con la cálida palma de Edward produjo en su cuerpo sensaciones muy similares a las de la noche anterior, deseo… deseo cosas que se sentiría incapaz de pronunciar en voz alta alguna vez, cosas, que hicieron que sus mejillas se tiñeran de carmín.

Edward simplemente sonrió de medio lado consciente de lo que había provocado en la jovencita.

Bajaron las cestas que habían preparado con comida al igual que algunas mantas y las dispusieron en una zona de hierba seca. Rosalie, siguiendo las normas del decoro, se sentó lo más próxima a su amiga pero aun asi mantuvo sus ojos azules fijos en cada uno de los movimientos de su prometido mientras hablaba con Isabella.

Un pensamiento sumamente nostálgico invadió la mente de la castaña en aquel momento, mientras oía a la señorita Hale hablar sobre los hermosos encajes que había encargado su padre a Londres para su ajuar de bodas. Cuando Rosalie contrajera nupcias ―dentro de dos semanas― ella sería la única soltera; estaría sola. Alice y Rosalie, por recato, la marginarían de sus conversaciones con mayor frecuencia, hablarían de sus esposos, la economía domestica y cuando llegara el tiempo, se verían consumidas por la maternidad y posteriormente la crianza. ¿Y ella? tembló al notar la mirada de lord Masen fija en ella, sus ojos verdes la miraban de una forma que la hacía sentir sumamente insegura, tomo un sorbo del té que le habían servido. Si lord Masen se cobraba el favor que le había hecho devolviéndole las propiedades de su padre, ella estaría condenada a la soltería.

Estaría sucia, deshonrada y ningún hombre respetable querría tomarla por esposa.

Sintió que le faltaba el aire, pero reprimió cualquier signo notorio de esto buscando no alterar a sus acompañantes.

―Por favor, Isabella―le pidió su amiga en un aparte minutos después―, Emmett y yo solo vamos a caminar por los alrededores. No hemos podido hablar a solas desde que volví de Londres ¿podrías hacerme el favor de no comentarlo con nadie cuando regresemos?

La muchacha se sorprendió del pedido de su amiga, la verdad, no tenía inconveniente alguno en cubrirla. Aquello no era problema, lo problemático era quedarse a solas con Masen, quien en aquellos instantes se encontraba de espaldas a ella a unos pocos metros de distancia admirando la naturaleza.

―No hay problema, Rosalie―le respondió con suavidad―, mis labios están sellados.

Su amiga sonrió en agradecimiento y se puso en pie para encontrarse con su prometido. Un suspiro escapo de los labios de la castaña al ver el rostro de su amiga de toda la vida iluminado al mirar al hombre que era el dueño de todos y cada uno de sus pensamientos.

―Un chelín por tus pensamientos―se dejo oír a sus espaldas y Bella se sobresalto sin poder evitarlo.

―Lord Masen―dijo en tono de reproche. Era demasiado consciente de la posición que ocupaba el duque a sus espaldas. Tembló, pero como siempre, no a causa del miedo.

―¿Cómo se encuentra, señorita Swan?

―No venga a utilizar conmigo esa fingida indiferencia, lord Masen, dígame de una vez que es lo que quiere―le espetó desafiante, la barbilla en alto, los ojos relampagueantes.
Edward no pudo evitar sonreír de medio lado.

―Simplemente quería charlar con usted, no comprendo por qué se comporta tan a la defensiva conmigo―una de sus manos se alzo y capturo uno de los mechones castaños de la joven que inconvenientemente había escapado de su peineta, inspecciono las facetas cambiantes de su cabello a la luz del sol, haciendo que Isabella contuviera la respiración. Un suspiro indiscreto escapo de sus labios cuando Edward puso el mechón tras su oreja con el tacto tan suave como el toque de una mariposa―, Isabella…

―¿Será porque usted se ha autodenominado mi dueño y yo soy una defensora del abolicionismo, milord? ―inquirió con ironía.

―Veo que es una muchacha interesada en la política, señorita Swan.

―Que no se requiera mi opinión en ciertos temas no implica que no la tenga, mi lord.
Él volvió a sonreír.

―Puede llamarme Edward, Isabella.

―Preferiría que nos ciñéramos al protocolo en lo posible, mi lord―le dijo con la mayor indiferencia posible―, no olvido el hecho que usted se ha cobrado el derecho a poseerme, pero aquello no implica que no se me permita mantener un mínimo de decoro en nuestro trato.

―Ayer no se sentía muy inclinada a mantener el decoro, señorita Swan―susurró él acercándose peligrosamente a su oído, exhalo su aliento cálido contra él haciendo que los vellos de la nuca se le erizaran.

―¿Qué es lo que pretende, lord Masen? ―le preguntó, la irritación patente en su voz―. Usted está tramando algo más ¿no es así? Dígame, milord ¿Cuál es su juego?

―Eso, mi inteligente Isabella―respondió él acercando su rostro de elegantes facciones peligrosamente al de la muchacha―, deberá averiguarlo usted sola…

Y al decir estas palabras, se levanto con una agilidad innata y se puso a caminar hacia la linde de la arboleda. Bella no pudo evitar que sus ojos se concentraran en su ancha espalda perdiéndose en la lejanía mientras su mente buscaba comprender que era lo que pretendía lord Masen.

¿Qué era lo que pasaba por la mente de aquel descarado seductor?

¿Qué leer…? Serie Tatiana y Alexander



Creo que de todos los libros que podría recomendar leer… estos debieron  haber sido los primeros, pero quería que se pasara un poco mi emoción post libro para hablar de ellos. La verdad es que falle, rotundamente, sigo igual, estoy releyendo el primero (y creo que ahí me quedare porque el próximo lunes vuelvo a la Universidad) mientras espero a que llegue mi copia (les dije que estoy mal, ni lo había acabado de leer y lo compre) como novedad, me he desviado del tema central.

Antes de seguir diciendo incoherencia les presento estos libros de la autora Paullina Simons que, literalmente, se han robado mi corazón:



1. The bronze horseman (El jinete de bronce):

Leningrado, 1941: la guerra parece lejana en esta ciudad de antigua grandeza, donde espléndidos palacios y avenidas señoriales hablan de otra época, cuando la ciudad era conocida como San Petersburgo.

Dos hermanas Tatiana y Dasha Metanov, comparten un minúsculo apartamento con su familia. La vida es dura, pero todavía hay cabida para soñar y amar.

Todo cambia cuando un comunicado de la radio informa que Alemania ha invadido la URSS. Ese día Tatiana conoce a Alexander, un joven oficial del Ejército Rojo de misterioso y turbulento pasado.

Tatiana siente que se embarca en un camino de amor tortuoso, de sacrificio y negación, pues Dasha también está enamorada de Alexander. Cuando el ejército alemán bloquea la ciudad en el duro invierno, los amantes se encontrarán atrapados en los vaivenes de la historia, y deberán entablar tina indómita lucha para realizar su amor y lograr la libertad.




2. The bridge to Holly Cross (Tatiana y Alexander):

Tatiana, embarazada y viuda a sus dieciocho años, huye de un Leningrado en ruinas para empezar una nueva vida en Estados Unidos. Pero los fantasmas del pasado no descansan: todavía cree que Alexander, su marido y comandante del Ejército Rojo, está vivo. Entre tanto, en la Unión Soviética Alexander se salva en el último momento de una ejecución.

Tatiana viajará hasta Europa como enfermera de la Cruz Roja y se enfrentará al horror de la guerra para encontrar al hombre de su vida... Dolor y esperanza, amistad y traición se mezclan en esta conmovedora novela protagonizada por dos personajes entrañables y llenos de coraje, capaces de desafiar por amor al destino más cruel.




3. The summer garden (El jardín de verano):

Tatiana y Alexander empiezan una nueva vida en Estados Unidos, junto al pequeño Anthony. Han sobrevivido a una guerra terrible, pero las heridas del alma siguen abiertas, y los difíciles años de separación los han convertido en extraños. Por primera vez desde que se enamoraron pueden convivir como una familia, pero no les resultará fácil. Durante un tiempo recorren el país buscando trabajos temporales, pero cada vez es más evidente que Tatiana le oculta algo a su marido, y que su vida nómada es una huida desesperada. El amor entre Tatiana y Alexander no llega a quebrarse, pero su felicidad se ve amenazada, y el que más padece la situación es Anthony.

¿Conseguirán dejar atrás los fantasmas del pasado y labrarse un futuro feliz en estas nuevas tierras?



Opinión personal:

¿Qué puedo decir? Creo que son los mejores libros que he leído. En verdad. Partiendo de la base que la historia es simplemente hermosa; tal vez, si no se la estudia a profundidad uno diría “pero si es el típico argumento”  si, tal vez, pero la maestría con que es llevado a la vida es lo que lo hace completamente maravilloso. Pocas veces he encontrado una historia tan potente con personajes que le hacen justicia. Fue increíble ver el desarrollo de los personajes a lo largo de las páginas, demostrando  como la adversidad forja el carácter.

Uno  de los hechos de que más me encanto de todos los libros es que refleja una parte de la guerra que ¿quién sabe? Tal vez sucedió, la realidad es palpable en cada una de las páginas y el amplio conocimiento y manejo de la época que demuestra la autora solo suma más puntos a esta maravillosa  historia. Además, soy una  fanática de la historia, en particular de la Segunda Guerra Mundial así que lo disfrute muchísimo...

Creo que me podría pasar páginas y páginas diciendo lo mucho que me encantaron estos libros, pero creo que no es la idea. Son libros para quienes no tienen miedo a las historias profundas, que te hacen pensar y cuestionarte unas cuantas cosas mientras pasan las paginas… los personajes son entrañables, humanos y por lo mismo con unos cuantos defectillos que a veces te hacen ganas de entrar al libro y zarandearlos…  Esta historia es de esa que te atrapan te mantienen con el aliento contenido y el corazón en la garganta a cada instante, y te atrapan, irremediablemente, confieso que estuve cerca de una semana sin dormir (bueno, 2hrs. por día) para seguir leyendo… Sin duda son unos libros que valen la pena leer.

Ah, además de estos tres libros hay un “cuarto” por así decirlo: Tatiana’s table: Tatiana and Alexander's recipes for food and love, que es un libro con algunas de las recetas que salen a lo largo de los otros tres libros y la historia que las inspiro (y que he buscado como loca y no encuentro… si alguien lo encuentra ¡ Avíseme!)  y próximamente la autora lanzara: Bellagrand que narrara la historia de los padres de Alexander.


—Tatiana, te lo ruego, perdóname —dijo Alexander, con lágrimas en los ojos—, por herir tu corazón perfecto con mi rostro frío e indiferente. Te tenía en mi corazón, y nunca fue indiferente. No te merecías nada de lo que se te dio, de lo que tuviste que soportar. Nada. De tu hermana, de Leningrado, y desde luego de mí. No tienes idea de lo que me costó no mirarte por última vez cuando cerré la lona de aquel camión. Tenía muy claro que si lo hacía, se acabaría todo. No hubiese podido ocultar mi rostro de ti o de Dasha. No hubiese podido mantener la promesa que te había hecho. No fue que no te quise mirar. No podía hacerlo. Te había dado tanto cuando estuvimos solos... Confiaba en que sería suficiente para que siguiera adelante.

Symphony of desire: capitulo dos

domingo, 19 de febrero de 2012


2
Al amparo del deseo

Había sido una locura abandonar furtivamente el salón de los Hale, y era casi demencial encontrarse caminando por los pasillos de la residencia. Isabella ya no confiaba de su sanidad mental cuando su mano derecha se encontró con la majilla de la puerta de la biblioteca.
Hiciste un trato con él, se recordó mentalmente para infundirse valor. Valor que no poseía pues en aquellos instantes sus piernas temblaban como gelatina. Giro la perilla y se interno en la biblioteca, el lugar estaba en penumbras apenas iluminado por la lumbre escasa que ardía casi sin fuerzas en la chimenea. Él estaba allí, de cara al fuego, su figura alta y esbelta se recortaba contra las sombras con magnificencia.

Se giro para encararla antes de que ella diera la más mínima señal de su presencia, en sus ojos ardía una clase de fuego muy distinta a del que se extinguía en la chimenea. Deseo.

―Isabella…―pronunció recorriendo su cuerpo envuelto en aquel vestido de muselina azul―, ¿te he dicho ya que el azul resalta de manera sobrecogedora la tonalidad de tu piel?

Ella negó. A decir verdad, apenas habían intercambiado palabras, antes y después de su encuentro en la residencia del noble.

―Recuérdame hacerlo más seguido―le dijo y ella asintió.

Ninguno de los dos se movió, permanecieron allí, a escasos metros de distancia mirándose en la penumbra de la noche. Isabella sabia cuan peligroso era encontrarse allí, sola en una habitación con el hombre que le había dicho se pagaría con ella el haber devuelto todo a su padre, y aun así, una sensación diametralmente opuesta al miedo era la que dominaba sus sentidos.

Lord Masen era apuesto, misterioso… y sumamente peligroso. Sus ojos eran como dos esmeraldas que refulgían en la penumbra, su piel era blanca y se adivinaba tersa al tacto. Su cabello, siempre prolijamente peinado tenía una tonalidad cobriza que dejaba adivinar una ascendencia irlandesa muy bien oculta. Su cuerpo… su cuerpo era ver una de aquellas esculturas pertenecientes al Partenón griego, claro que cubierta de ropas a medida que se adaptaban a cada plano, a cada musculo, que al igual que aquellas estatuas, parecía estar hecho a mano por escultores dedicados.

―Acércate―le dijo con voz grave sacándola de su estudio, la muchacha se encamino a él no sin cierta vacilación. ¿Él no iría a cobrarle justamente ahora, no? ¿Allí… donde cualquiera podía entrar?

―Lord Masen… no creo que esto sea lo más apropiado―le dijo deteniéndose a escasos pasos de él.

Edward no le hizo caso y se adelanto para tomarla de los hombros, las yemas de sus dedos resiguieron el contorno de las clavículas de la muchacha provocándole un escalofrío. Ella cerró los ojos ante la caricia.

Shh… recuerda que eres mía ¿acaso lo haz olvidado? ―le preguntó, y ella negó―. No lo olvides―susurró acercando su nariz al hueco de su garganta―, me perteneces desde que decidiste irrumpir en mi propiedad reclamando aquellos documentos.

Su recta nariz resiguió la curvatura de su cuello, subiendo y bajando con lentitud por unos instantes. Él suspiro antes de alejarse unos centímetros de ella, pero no rompió del todo su contacto, sus fuertes manos apresaron la esbelta cintura de la jovencita.

―¿Sabes que quiero hacer precisamente ahora, Isabella? ―le preguntó él con voz sugerente. Ella negó, los deseos de lord Masen eran un total misterio para ella―. Quiero besarte―le respondió―, quiero conocer el sabor de tus labios…

Sin dejarla siquiera procesar el significado de sus palabras, Edward la acercó más a él, haciendo desaparecer la distancia entre sus cuerpos. Y sus labios finos tomaron posesión de los de Isabella. Su boca hizo presión contra la de la joven, quien fue incapaz de reaccionar, estaba siendo besada, por lord Masen, en medio de una biblioteca a oscuras y con todas sus amistades a unos salones de distancia. Sin lugar a dudas, la suya era una situación sumamente comprometedora.

Edward movió sus labios sobre los suyos coaccionándola a separarlos y ella no pudo negarse, no pudo resistirse ni al embrujo de sus labios, su aliento ―levemente mentolado y condimentado con el brandy que había estado bebiendo― se coló en la boca de la muchacha a la vez que sus labios se movían con premura urgiéndola a separar más los suyos, a aumentar el contacto, a aumentar el ritmo hasta volverse frenético.

Isabella sintió como los latidos de su corazón se aceleraban y como la temperatura de su cuerpo aumento de pronto, sus brazos, que antes colgaban inertes a los lados de su cuerpo cobraron vida propia y se enrollaron en el cuello de Edward y jugaron con los cortos mechones de cabello que rozaban el cuello de su camisa. Él aumento el agarre de una de sus manos en su cintura mientras que la otra descaradamente le acariciaba el costado ascendiendo peligrosamente a la curvatura de su pecho izquierdo.

Sus labios bajaron con peligrosa lentitud por la curva de su cuello, a la vez que sus manos se aventuraban a sus pequeños y redondos pechos, Isabella soltó un suspiro que más pareció un gemido. Y se aterro de las reacciones de su propio cuerpo, soltó sus manos del cuello del hombre y se echo hacia atrás, contrario a lo que pensó, él la dejo ir de inmediato.
Las agitadas respiraciones de ambos fue lo único que se oyó en aquella sala durante unos cuantos minutos.

Apenas recupero parte de su compostura se dirigió con pasos rápidos hacia la puerta de la biblioteca esperando de todo corazón que Edward no la siguiera. Y así fue.

Apoyo su espalda contra una de las paredes del pasillo buscando que su respiración volviera a un ritmo normal, una de sus manos estaba apretada contra su pecho sintiendo los latidos desbocados de su corazón contra su palma.

Acababa de recibir su primer beso.

Una sonrisita curvo sus labios, y se llevo una mano hacia ellos para comprobar su estado, estaban hinchados y aun cálidos, los labios de Masen habían estado sobre ellos hacia tan solo unos minutos. Un suspiro escapo de sus labios. Su primer beso. Nada ―ni siquiera las novelas góticas que leía a escondidas junto a Rosalie― la habría preparado para semejante arrebato de sensaciones, nada le habría hecho presagiar el grado de pasión que podía contener un beso…

El beso de un hombre que la veía como mercancía de intercambio, se recordó intentando apaciguar su repentino arranque de romanticismo. Dejo escapar el aire por entre sus labios y se dirigió de vuelta hacia el salón esperando que nadie hubiera advertido su prolongada ausencia.

Y por supuesto, esperando que nadie la hubiera relacionado con la también prolongada ausencia de lord Masen.


A la mañana siguiente Isabella se despertó algo agitada, su mente se había recreado reproduciendo aquel apasionado beso en cada uno de sus sueños a lo largo de toda la noche, y algo le hacía presagiar que ni siquiera durante el día podría olvidar aquello.

Salió de la cama con pereza y se dirigió tras el biombo de que había junto a su armario para realizar sus abluciones matinales. Se vistió con un vestido simple de andar por casa color lavanda y dejo su habitación para encaminarse al comedor, su padre ya se encontraba sentado a la cabeza de la mesa, el periódico lo ocultaba de la vista de cualquiera. La mesa ya estaba dispuesta y como era de esperar ―después de una noche de baile― su madre aun no despertaba. Isabella tomo asiento y se preparo en desayunar luego de haberle deseado los buenos días a su padre, quien le dedico un movimiento de cabeza a modo de exiguo saludo.

Durante todo el desayuno una imagen se repitió una y otra vez en su mente ocasionando que en más de una ocasión derramara algo de té o soltara sin querer el cuchillo mientras untaba mantequilla a los panecillos calientes. Buscando un modo de distraerse ―y alejar las lujuriosas imágenes de su mente― decidió salir a dar un paseo acabado el desayuno.

Cuando salió minutos más tarde, ataviada de su chaquetilla color marrón y su sombrero estaba determinada a vagar simplemente por los alrededores de la propiedad, pero sus pasos poco a poco la fueron alejando de los límites de la hacienda, solo fue consciente de ello cuando atravesaba el sendero del bosque que llevaba directamente a la propiedad de lord Masen.

Regañándose mentalmente por la dirección que estaba tomando su paseo, se dirigió al abeto más cercano y apoyo su espalda contra él. ¿Tan trastornada había quedado por un solo beso? ¿Qué más sucedería cuando él…? Sacudió su cabeza. ¿Qué era lo que pretendía Edward Masen con ella? a fin de cuentas nunca había dejado claro cuáles eran sus intenciones, aunque por el tono en que había dicho que ella le pertenecía era bastante sencillo averiguar hacia donde estas se dirigían.

Él la quería a ella…

Tal vez debería hablar con su padre, buscar una solución. Él podría mandarla lejos con la tía Mirtle a Devonshire… pero entonces Mansen le reclamaría todo el dinero que él le adeudaba y que obviamente no poseía. Y les quitaría todo, o peor, su padre iría a parar a la cárcel de deudores en Londres. Se estremeció. No podía hacer eso, simplemente debía resignarse a obedecer los deseos del vizconde―fueran cuales fueran estos―. Pero ¿qué era lo que él quería en realidad?

Una rama se rompió bajo el peso de una bota y el ruido que esta produjo la hizo saltar del susto. Rápidamente miro hacia un costado, resiguiendo el mismo sendero que ella, nada más que del lado contrario, se encontraba lord Masen. Una escopeta en la mano izquierda y un perro perdiguero correteando a su lado. ¿Estaba cazando tan cerca del sendero? ¿Acaso estaba demente? Alguien podría estar pasando por el camino y él ¡con un arma!

―Señorita Isabella―saludó él, con fría cortesía, ella había esperado que la llamara Isabella como siempre que se encontraban a solas, pero después se dijo que tal vez él no lo había hecho aun porque estaba esperando confirmar que precisamente ella se encontraba sin compañía.

―Lord Masen―le respondió con una inclinación de cabeza.

―¿Qué hace usted en mi propiedad… y a solas? ¿Intenta robar algo más? Le recuerdo que la última vez que lo intento, termine siendo su dueño, no sé qué pretenderá ofrecer esta vez pero estoy abierto a lo que pueda ofrecerme―le dijo sardónico y ella deseosa le habría sacado la lengua, si no hubiera recordado como las suyas se entrelazaron en aquel erótico beso la noche anterior. El rubor ascendió a sus mejillas apenas estos pensamientos se colaron en su mente.

―Es usted un bribón de lo peor―le replico ella con la barbilla en alto, altanera.

―La única bribona que veo aquí es usted, Isabella.

―No soy ninguna bribona…

―¿Ah no? Entonces ¿cómo llamaría usted a alguien que invade la propiedad privada de un inocente de noche para robarle?

―No se considera robo si uno va a recuperar algo que le pertenece por derecho.

―Gane aquellas propiedades en un juego limpio…

―Apostando…

―Da igual, las gane.

―Y yo se las gane de vuelta.

―Pero no precisamente apostando, lindura―le dijo y ella se estremeció.

Isabella bufó y se dirigió a grandes zancadas hacia el sendero de vuelta a su casa.
Una melodiosa carcajada se dejo oír a lo lejos. Y ella se enojo consigo mismo por la calificación que le había dado a la risa de semejante individuo.

¿Que leer...? Serie Gemma Doyle (o La Academia Spence)

viernes, 17 de febrero de 2012



Como estoy haciendo hora para dormir (culpa de que se me haya ocurrido dormir la siesta la tarde de hoy) se me ocurrió que sería interesante aportar mi opinión sobre algunos libros que he leido y que espero les gusten a quienes visitan este pequeño y humilde blog.

Para comenzar, les invito a conocer la serie de Gemma Doyle (o también llamada La Academia Spence) de la escritora Libba Bray, la cual se compone de tres libros:





1. A great and terrible Beauty: Es 1895, y después de la muerte de su madre, Gemma Doyle de 16 años de edad es enviada fuera de la vida que conoce en la India a Spence, una escuela internado en Inglaterra. Sola, llena de culpa, y propensa a las visiones del futuro que tienen un hábito molesto de convertirse en realidad, la recepción de Gemma en su nueva escuela será muy fría. Para empeorar las cosas, está siendo perseguida por un misterioso joven indio, un hombre enviado para vigilarla. Pero ¿por qué? ¿cuál es su destino?¿Y cuál será su relación con las chicas más poderosas de Spence y a que podrá llevarla esta incursión en este extraño y nuevo mundo espiritual?


2. Rebel Angels: ¡Ah, la Navidad! Gemma Doyle está pensando en las vacaciones lejos de la Academia Spence, pasar tiempo con sus amigas en la ciudad, asistir a bailes lujosos, y con una nota sombría, atender a su padre enfermo. Mientras se prepara para recibir el Año Nuevo de 1896, un joven apuesto, el señor Denby, ha puesto sus ojos en Gemma, o eso parece. Sin embargo, en medio de las distracciones de Londres, las visiones de Gemma se intensifican: tres niñas vestidas de blanco, a las que algo terrible ha sucedido, algo que sólo los reinos puede explicar. . . .

La tentación es fuerte, y en poco tiempo, Gemma, Felicity, y Ann se están convirtiendo flores en mariposas en el mundo encantado de los reinos, al que que Gemma es la única que puede llevarlas. Para la alegría de las chicas, su amada Pippa está allí también, ansiosa de completar su círculo de amistad. Pero no todo está bien en el reino, o fuera de ellos. El misterioso Kartik ha vuelto a aparecer, diciendole Gemma que debe encontrar el Templo y se unir la magia, antes de que un desastre más grande acontesca. Gemma esta dispuesta a hacer hacerlo, a pesar de los peligros que conlleva, ya que significa que se reunirá con la mejor amiga y enemiga de su madre, Circe. Hasta que Circe se destruye, Gemma no podra vivir su destino. Pero la búsqueda de Circe demuestra ser una tarea más que peligrosa.




3. The sweet far thing: Ha sido un año de cambios desde que Gemma Doyle llegó a la Academia Spence. Su madre ha sido asesinada, su padre es un adicto al láudano, Gemma ha confiado en una fuerza insospechada y ha descubierto la capacidad de viajar a un mundo encantado llamado los reinos, donde la magia oscura se vuelve loca. A pesar de cierto peligro, Gemma ha unido la magia a sí misma y ha forjado nuevas e improbables alianzas . Ahora, cuando Gemma se acerca a su debut en Londres, ha llegado el momento para poner a prueba todo esto. La Orden - el misterioso grupo que su madre fue una vez parte- está luchando por el control de los reinos, como es los Rakshana.

La quemada ala este de la Academia Spence está siendo reconstruida, pero ¿por qué ahora? Gemma y sus amigas ven Pippa, pero no es la misma. Y su amistad se enfrenta a su más grave prueba cuando Gemma decida de una vez por todas cuál es el papel al que está destinada.



Opinión personal: 
particularmente esta serie me ha gustado bastante, la encontre novedosa, ya que es la primera vez que leo una historia que introduce la magia y el misticismo en una sociedad tan rigida como lo fue la victoriana. Me encanto además la evolución de los personajes, que fue verdaderamente tangible a lo largo de los tres libros... y en particular el hecho de que cada uno de los personajes tuviera sus "rincones maravillosos" fue un giro agradable que dio lugar a bastantes situaciones cruciales de la serie.

Altamente recomendable, divertida, novedosa e interesante... en particular para las amantes de la época victoriana y también de la fantasía. Son tres novelas que nos permiten adentrarnos más en la vida de las jovencitas de Inglaterra de finales del siglo XX, con sus dudas, miedos y principalmente, con ansias de libertad y ser las dueñas de su propio destino...



"¿Que sientes? Nunca me he hecho esa pregunta. Ninguna de nosotras nos la hemos hecho. No se supone que nosotras sintamos. Somos inglesas"



Symphony of desire: capitulo uno

jueves, 16 de febrero de 2012


1
Volver a encontrarnos

Habían pasado cerca de dos meses desde que el vizconde de Masen le devolviera el título de propiedad a Charles Swan, quien aun no podía comprender los motivos que el poderoso lord tuvo para hacerlo, se comprometió a pagarle todo el dinero que le adeudaba, pero el duque le dijo que aquello no era necesario, que la deuda había sido saldada, cuando el hombre se aventuro a preguntarle cómo era posible aquello, Edward se limito a sonreír de medio lado e ir rumbo a la puerta para retirarse.

Edward subió al caballo que lo esperaba a las afuera de la casa de los Swan, y le dedico a Isabella, que en aquel instante se encontraba dibujando las flores del jardín de la casa, una sonrisa que ella jamás olvidaría. Una sonrisa llena de deseos y de promesas por cumplir, el estomago de la chica se contrajo pero no de terror.

Esa fue la última vez que lo vio.

Después de haber devuelto las propiedades el vizconde decidió irse a la ciudad a pasar el invierno, e Isabella no tuvo más noticias de él que las breves notas en que era mencionado de tanto en tanto en el periódico que llegaba de Londres cada mañana.

La muchacha no entendía lo que sucedía, aquella noche, dos meses atrás, las intenciones del vizconde de cobrarse aquel favor con su cuerpo habían estado más claras que el agua para ella, pero ahora, todo eso le parecía simplemente una locura. Si aquello era lo que ese hombre deseaba ¿Por qué no simplemente la había poseído en su estudio?

Tal vez solo tuviste una impresión equivocada de su comportamiento, se dijo mientras peinaba su cabello frente a su tocador de madera blanca. Siendo sinceros ¿Por qué un hombre tan guapo y poderoso como el vizconde Masen iba a quererla a ella? Si, han de haber sido imaginaciones tuyas, se repitió mientras miraba con aprensión el vestido que la sirvienta había preparado para ella aquella noche.

Aquella noche sus vecinos más cercanos, los Hale celebrarían una pequeña cena para festejar el compromiso de su hija mayor, la bella Rosalie, con un importante señor del condado vecino, un tal señor McCarthy del que se rumoreaba poseía una renta anual de cerca de seis mil libras al año. A la castaña no le agradaba mucho la idea de ir a aquella cena, desde que su madre se había enterado del compromiso de Rosalie, había estado más que impaciente por que algo similar le ocurriera a Isabella. Y esto era justamente lo que Bella deseaba evitar, acababa de cumplir los diecisiete años hacia un mes, casarse no era algo que estuviera en sus planes. Aunque sabía que era algo inevitable, tarde o temprano su destino se resumiría a una palabra y aquella era matrimonio.

Nunca antes se había sentido atraída por ninguno de los hombres que frecuentaban su círculo social, todos eran o demasiado insulsos, o muy viejos, o faltos de carácter o con exceso de él. Ningún hombre le había llamado nunca la atención… hasta que lord Masen decidió arrendar la gran propiedad del otro lado del bosque.

Sacudió la cabeza, sentirse atraída por hombre que había dejado en claro sus deseos por deshonrarla no era una actitud demasiado racional.

Pero aun así, se dijo mientras acomodaba unas horquillas a sus risos castaños, había algo en lord Masen ―¿sería su forma de mirarla o la forma en que se curvaron sus labios cuando dijo su nombre? ―, que hacía que sintiera como si un ejército de mariposas hubiera formado filas en su estomago y un cosquilleo le recorriera la piel y sus mejillas ardieran sin control.

―¿Isabella, ya estas lista? ―inquirió su madre asomándose al umbral de la puerta.

―Sí, madre, enseguida bajo―le respondió mientras iba hasta su armario y tomaba su pelliza color crema, también tomo un par de guantes para proteger sus manos del frio, los rescoldos del invierno aun hacían de las suyas entrada la noche.

La señora Swan estimo necesario usar aquella noche el carruaje de la casa aun cuando tan solo la calesa habría sido necesaria para cubrir la distancia entre la casa y la residencia de los Hale, pero la señora Swan odiaba verse disminuida frente a sus amistades, y llegar en calesa definitivamente no estaba a su altura.

Ninguno de los Swan intercambio palabra en el trayecto hacia la casa de los Hale, Isabella se dedico a mirar por la ventana el paisaje nocturno frente a sus ojos y Reneé se contando las cuentas de su pulsera. Charles simplemente se limito a consultar cada escasos minutos su reloj de bolsillo.

La casa de los Hale era tan grande como la de los Swan, un jardín perfectamente cuidado precedía la entrada a la casa de dos pisos de ladrillos rojizos. La familia descendió de su carruaje ayudada por el cochero y se dirigió hacia la puerta de entrada, fueron invitados a entrar de inmediato. En el salón además de los anfitriones se encontraba el prometido de la señorita Rosalie, al cual Isabella reconoció de inmediato pues su amiga se lo había descrito en un sinnúmero de ocasiones, y aun cuando el amor la había hecho exagerar en parte sus cualidades, la castaña no demoro en constatar que el señor McCarthy era un hombre encantador al cual tendría el gusto de contar entre sus amistades. Pero alguien más estaba en aquel salón y a Isabella se le apretó el estomago y se le erizo la piel al verlo, justo cuando el alejaba una copa de brandy de sus labios finos.

La muchacha deseo que fueran sus labios los que tocaran los de él y no aquella copa, pero se reprendió mentalmente por aquellos pensamientos tan poco decorosos. Lord Masen le dedico una sonrisa llena de significados ocultos en cuanto la descubrió con la vista fija en él, iba a acercarse para hablar con ella, estaba segura, pero en aquel instante, la rubia Rosalie se acercó a ella y acaparo toda su atención hasta que llamaron para servir la cena.

Dependiendo del punto de vista que se viera Isabella había sido beneficiada con su ubicación en la mesa ―según su madre―, según la propia muchacha, el destino era perverso, pues acabo justo al lado del impertinente vizconde Masen. Él le dedico otra sonrisa ―¿acaso no iba a decirle nada, solo sonreiría? ― mientras le retiraba la silla caballerosamente para que tomara asiento. Sus dedos finos rosaron con recatada impertinencia su esbelto cuello y un escalofrío le recorrió la columna vertebral.

Para cuando sirvieron el primer platillo las manos de Isabella se encontraban sudorosas y apenas fue capaz de seleccionar el cubierto apropiado, sentía los ojos de Masen fijos en ella, en cada uno de sus movimientos, aun cuando este pareciera prestar mayor atención a cualquiera de los comensales más que a ella.

¿Qué hacia él allí?, se pregunto mientras se llevaba un bocado a la boca, él debería estar en Londres, o tal vez en Bath, en cualquier lugar pero no allí.

El tenedor se detuvo a medio camino de su boca cuando sintió como una fuerte mano se posaba en su rodilla cubierta por la suave tela de la muselina de su vestido. La mano se quedo quieta unos instantes antes de comenzar a describir círculos imprecisos por sobre el vestido, ascendiendo peligrosamente y bajando otra vez. Isabella soltó el aire atrayendo las miradas de todos sobre ella, se sonrojo y fingió haberse atorado con una de las alcaparras del platillo.

Las caricias se reanudaron escasos segundos después.

La cena de seis platos fue todo un reto para los nervios de la joven, cuando al fin esta acabo y las damas se retiraron al saloncito para tomar un té y algunos panecillos antes de reunirse nuevamente con los caballeros pudo respirar aliviada. Había escapado de Masen al menos por unos minutos.

―¿Te sientes bien, Bella? ―inquirió Rosalie tomándola del brazo para hacerla sentarse junto a ella en uno de los silloncitos de damasco. La muchacha simplemente asintió―. Tus mejillas están demasiado rojas…―insistió.

―Simplemente tengo un poco de calor―se disculpo abanicándose con una mano.

―Debes ser la única en todo Hampshire que siente calor cuando apenas y acaba el invierno―ella simplemente sonrió medio avergonzada―. Y bien ¿me diras tu opinión sobre el señor McCarthy? ―inquirió tomando una taza de té de la mesita para su amiga, Isabella la acepto, tomo un sorbo de la infusión antes de responder.

―Parece un caballero sumamente agradable, amiga, estoy feliz de tu elección.

―Yo también, no puedes imaginar lo dichosa que estoy, Bella. El señor McCarthy es todo lo que había deseado, es encantador, educado y muy culto, amable y refinado―suspiró aumentando más aun su actitud soñadora―, hubiera deseado que aceptaras la invitación de Alice de ir a Londres, tal vez tú también hubieses encontrado un marido de haber ido.

Isabella sonrió nuevamente con un deje de timidez, la principal razón de que no hubiera aceptado la invitación de la esposa del coronel Whitlock se encontraba ahora mismo a un pasillo de distancia disfrutando de seguro de brandy y unos buenos cigarrillos.

―No estoy interesada en conseguir un marido―se defendió.

―Pues deberías estarlo amiga, a no ser que quieras que tu madre se encargue de buscarte un candidato.

Las muchachas se estremecieron ante la idea. Reneé se regiría por la renta del candidato y no tendría en cuenta jamás la conveniencia o no de la unión, simplemente, vería el número de libras anuales que poseyera el interesado. Y entre más, muchísimo mejor.

Si fuera por ella, ya estaría casada con Masen, pensó y se regaño a si misma por que la idea no le desagrado. En absoluto.

Al cabo de unos minutos, la señora Hale anuncio que ya era hora de que se reunieran con los demás en el gran salón y se dirigieron hacia allí.

De inmediato, los músicos locales contratados por el señor Hale comenzaron a tocar y Rosalie fue sacada por su prometido a la improvisada pista en medio del salón al igual que unas cuantas parejas más, Isabella se fue escabullendo de la multitud hasta apoyarse en la pared mas apartada del salón. Detestaba los bailes con todo su corazón desde que había descubierto que poseía dos pies izquierdos y un pésimo sentido de la coordinación.

―¿Ocultándose de alguien, señorita Swan? ―inquirió una voz masculina con sorna e Isabella se sorprendió de reconocerla aun cuando hubieran pasado dos meses desde la última vez que la oyó.

―Lord Masen―dijo a modo de saludo con una leve inclinación de cabeza que él respondió con otra―, lo hacía en Londres por lo menos hasta más entrada la temporada.

―No podía rehuir la invitación de mi mejor amigo―le respondió este.

―¿Usted es amigo del señor McCarthy?

―De toda la vida, puede adivinar mi grado de sorpresa cuando me confesó estar enamorado de la señorita Hale, pensar que yo había frecuentado su compañía desde hacía meses y ahora, pronto pasara a ser la mujer de mi mejor amigo―había algo sospechoso en su tono de voz, pero ella no descubrió que.

―¿Acaso usted… desaprueba la unión? ―se atrevió a preguntar.

―Oh no, por supuesto que no―dijo fingiendo cierto grado de ofensa―, no soy nadie para estimar o no las decisiones de mis amigos. Simplemente, fue sorpresivo. Aunque supongo que de un modo―se ubico al lado de la joven y le indico con la mano que sostenía una copa a la pareja que en aquel instante giraba por la pista―, u otro ese par iba a acabar junto. Iba a invitar a McCarthy a pasar una temporada conmigo cuando él me anuncio su compromiso.
―¿Está sugiriendo que… todo esto es obra del destino?

―¿Acaso no cree usted en el destino, señorita Swan? ―inquirió él sosteniéndole la mirada, ella deseo que la hubiera llamado Isabella―, ¿no cree acaso que fue el destino el que la llevo aquella noche a intentar asaltar mi residencia? ―el rubor invadió sus mejillas.

―¿Qué quiere decir con eso?

―Nada o todo, depende del punto de vista del que lo mire―ella lo observo desconcertada, Edward dejo la copa vacía en una de las mesitas allí dispuesta―, ahora señorita Swan ¿me concedería el honor de la siguiente pieza? ―inquirió estirando su mano hacia ella.

No deseaba particularmente bailar ―y hacer el ridículo frente a sus amistades una vez más― pero sabía que tampoco podía rechazar la oferta de Masen, a fin de cuentas, estaba obligada a hacer lo que él quisiera, todo por recuperar lo que su padre había perdido durante una estúpida apuesta.

Tomo su mano y fueron a dirigirse con el resto de las parejas, se ubicaron junto a Emmett y Rosalie. Los músicos tocaron los primeros acordes de la canción y las parejas volvieron a la vida girando sobre sus propios ejes antes de reunirse al centro, Edward enrollo su brazo con el de Isabella para girar hacia la izquierda, y después a la derecha. La música siguió avanzando y ellos siguieron danzando sin pronunciar una palabra, para cuando el baile tocaba a su fin, él le susurro algo al oído sin que nadie más lo notara.

La muchacha se quedo congelada durante unos instantes antes de recordar que la música había acabado, cuando despertó alcanzo a ver como la ancha espalda de Edward Masen abandonaba el salón.